Explorando la historia del color turquesa y su viaje cultural a través del tiempo
- Yana Evans
- 9 jun
- 3 Min. de lectura
Rastreando la turquesa: el viaje de la gema azul verdosa desde Persia hasta América
La turquesa es ese hermoso color azul verdoso que debe su nombre al propio mineral, y su historia se remonta a miles de años en distintos continentes. El nombre "turquesa" proviene de la palabra francesa turques, que significa "turco". Pero hay un detalle interesante: la piedra no era originaria de Turquía. Se extrajo por primera vez en el año 3000 a. C. en la antigua Persia, en lo que hoy son Irán y Afganistán. Estas zonas son famosas por tener algunas de las minas de turquesa más antiguas y de mayor calidad del mundo.
¿Cómo llegó la turquesa a Europa? Las piedras se transportaban a través de las principales rutas comerciales de la antigüedad, especialmente la Ruta de la Seda, que comenzó a desarrollarse alrededor del año 130 a. C. y floreció durante los siglos siguientes. La Ruta de la Seda era una vasta red de rutas que conectaba Asia Oriental, Asia Central y Oriente Medio con Europa. La turquesa viajaba hacia el oeste a través de Persia, luego a través de Turquía —un importante centro comercial en aquel entonces— y finalmente llegó a Europa. Esta ruta comercial es la razón por la que los europeos asociaron la piedra con Turquía y la llamaron "turquesa". Mucho antes del Renacimiento (que comenzó en el siglo XIV), la turquesa ya había cruzado el océano Atlántico. Tribus nativas americanas como los navajos, los hopi y los zuñis encontraron yacimientos de turquesa en el suroeste de Estados Unidos, con evidencia arqueológica que demuestra su uso en la región desde aproximadamente el 200 a. C. hasta el 1000 d. C. Para estas tribus, la turquesa era mucho más que una piedra decorativa; era sagrada, simbolizando la vida, la protección y la conexión con el cielo y el agua. Se convirtieron en expertos en la elaboración de joyas de turquesa, una tradición transmitida de generación en generación.
En cuanto al color en sí —la razón por la que la turquesa se ve tan azul verdosa—, se debe a su composición química, un componente clave de la historia del color de la turquesa. El tono azul del mineral proviene del cobre, mientras que el hierro le aporta matices verdosos. Esta combinación única crea el vibrante tono que ha sido apreciado durante miles de años.
Historia del color de la piedra preciosa turquesa: un viaje a través del simbolismo cultural y la magia artística
La turquesa nunca ha sido solo un color bonito: ha sido un símbolo significativo a lo largo de muchas culturas y siglos.
En el antiguo Egipto (alrededor del 3000 a. C. al 1000 a. C.), la turquesa era increíblemente valiosa y estaba reservada principalmente para la realeza y la élite. Faraones como Tutankamón (que reinó alrededor del 1332-1323 a. C.) llevaban incrustaciones de turquesa en sus máscaras funerarias y joyas, lo que demostraba que era una piedra preciosa vinculada a la protección y el poder. Debido a la dificultad de extraer y comerciar con la turquesa y a su rareza, solo los nobles, sacerdotes y gobernantes adinerados podían permitírsela.
En Persia, especialmente durante el Imperio sasánida (224-651 d. C.), la turquesa se consideraba un símbolo del cielo en la tierra, la pureza y la inmortalidad. Era cara y se utilizaba a menudo para decorar los palacios y mezquitas de reyes y altos funcionarios. Gobernantes persas como Cosroes I (reinó del 531 al 579 d. C.) valoraban tanto la turquesa que adornaba tronos y coronas reales.
En la Europa medieval, durante el Renacimiento (siglos XIV al XVII), la turquesa aún era escasa y costosa, accesible principalmente a aristócratas y mecenas adinerados. Dado que la piedra preciosa era difícil de conseguir, artistas y artesanos creaban pigmentos e imitaciones de vidrio para capturar su impresionante tono azul verdoso, utilizándola en pinturas, mosaicos y cristalería para iglesias y cortes reales.
Y en Norteamérica, tribus nativas americanas como los navajos, los hopis y los zuñis valoraban la turquesa por su significado espiritual, pero también era preciosa y, en ocasiones, un símbolo de estatus. Las joyas de turquesa se usaban en ceremonias importantes y a menudo se comercializaban como una forma de riqueza.
En todas estas culturas, la turquesa era más que un adorno: era un símbolo de estatus y una piedra con poderes espirituales o protectores, a menudo reservados a quienes podían permitirse el lujo de esta rara gema.
Uno de los usos más famosos y aún impresionantes de la turquesa se encuentra en los azulejos persas de turquesa que decoran la Mezquita Sha de Isfahán, Irán, construida entre 1611 y 1629 d. C. Estos azulejos muestran cómo el color se utilizaba para simbolizar la belleza divina y el poder espiritual en espacios reales y sagrados.
